Nada nos muestra mejor la naturaleza del amor, que el transcurrir del día. Antes de el, nos vemos rodeados de oscuridad, se vive una noche larga, que parece sin fin. Pero llega el amor con su luz y su brillo y nos despierta, las cosas que antes lucían grises toman color y el arbol de hojas tristes se llena del ruido de miles de aves agradecidas. Sentimos que ese instante de luz, antes del amanecer, es eterno, que así será el resto de la vida. Y nos sentimos plenos, a veces con miedo que todo sea espejismo, pero felices de poder vivir ese nuevo amanecer.
El error de muchos comienza, alli. En el mismo amanecer. Pues no se preparan, no tienen en cuenta que saldrá el sol y queda por recorrer un largo día. Día que puede oscurecerse por la lluvia, días que pueden mitigar el calor del sol con vientos fríos. Entonces sufrimos, pensando que el amor es un eterno amanecer, sin nubes y con un sol tibio que no quema o que no es capaz de incendiar las hojas que encuentre marchitas.
El amor es un día largo con amaneceres hermosos y mañanas soleadas. Al amor podemos hacerlo un largo mediodía. Extendiendo sus horas entre abrazos fuertes y largos besos, con entrega y dedicación al otro, le damos a sus cielos un azul infinito. Pero el amor también es ocaso, es otoño, silencio y frío. Y depende de nosotros dejar abiertas las puertas de la noche oscura, de la soledad, de la sábanas y el pecho frío...
O mirar ese ocaso hermoso, sabedores que si bien la noche será larga, dará paso a otro día, a otra mañana. A otro amor más sereno o ardiente, más convulso o tranquilo. El amor es un día largo. Disfruta cada instante y cuando estés sola, no te ocultes, no estrujes tus ojos y ocultes tu rostro. No sea que no veas la luz del nuevo sol brillando para ti.
Alexander Uslar
No hay comentarios:
Publicar un comentario