Por lo corta de nuestra existencia,
siempre buscamos trascender, es decir dejar una huella en este mundo en que vivimos. Algunos tienen hijos, perros, siembran arboles, componen canciones o pintan cuadros. Yo a los 15 años escribí mi primer poema. Y tu, si lees y recuerdas después de un tiempo lo que leíste aquí, una parte de mi estará en ti y cierto es que yo habré trascendido. Gracias por Visitarme.

7 de febrero de 2019

La Niña y el Avión.





    Hacia un día hermoso, de esas mañanas sin nubes en la que el sol brillaba en el cielo sin nada que mellara su fulgor y calor. Grandes árboles bordeaban el patio en el que los niños jugaban sonrientes, con sus uniformes ya sucios y sus caras llenas de rubor y sudor. 
    El patio entero era un entresijo de gritos, risas y de regaños inútiles lanzados al aire por algunas maestras que no llegaban a ningún sitio, pues ningún oído les prestaba atención. Era un día común, una media hora de recreo como cualquier otra. 
    Unos niños más tranquilos o ya cansados hablaban entre ellos de la última película que vieron en televisión -La lista de Schindler por el canal Dos- Todos los adultos la vieron y por consiguiente ellos la vieron aunque no sabían, porque la película causaba tanto dolor. 
    Si bien habían muchos sujetos vestidos a rayas que trabajaban como esclavos, vigilados por un hombre muy malo que si los veía descansar unos segundos les disparaba y otro menos malo que lo único que quiera era salvarlos de todo ese mal. 
    Lo que más se les grabó en la mente y de lo que hablaban todos en el pequeño conciliábulo eran de los senos expuestos de la mujer del hombre que vigilaba el campo, eran redondos, hermosos le parecieron a todos, a blanco y negro, si. 
    Pero los primeros senos que todos vieron por la televisión. En otra esquina del patio más tranquila, un grupo de niñas conversaba del chico más lindo de todos los salones del cuarto grado, y de cómo ganaba todas las carreras de velocidad en la hora semanal de educación física, todo esto mientras se hacían clinejas en el cabello casi que en fila india. 
    Sentada en una de las mesas para el desayuno bajo uno de los árboles del patio estaba en posición de descanso una niña que lo veía todo sin darle importancia a nada, a veces hundía su cara entre sus brazos cruzados sobre la mesa, y pensaba en su mamá que a esa misma hora debía estar trabajando en el hospital o en qué al sonar el timbre tocaría matemáticas y le faltaban tres ejercicios en la casa no supo ni pudo hacer. 
     Los veía a todos y a ratos cerraba los ojos y presionaba fuerte la cara entre sus brazos hasta que la oscuridad de los ojos cerrados se volvía como la pantalla del televisor cuando no tiene señal. Con la cara hundida entre sus brazos y los ojos bien cerrados escucho entre los gritos y risas del patio, el sonido de un motor. 
    Pero no el motor, de un auto, sino de un potente motor de avión, igual al que escuchaba en los desfiles de las fiestas patrias, -¿pero en septiembre?, Se dijo- muy lejos de junio o julio en los que se veían y escuchaban volar los aviones grandes y pequeños del ejército nacional. 
    Levantó la cara, parpadeando con fuerza varias veces para aclarar la vista, "y que volviera la imagen al televisor" vio a los niños jugando, las niñas y niños hablando entre ellos sin levantar la mirada y prestarle la mínima atención al avión, que ella escuchaba claramente pero que aun no veía. Levantando su tronco de pronto pero dejando la palma de las manos apoyadas en el viejo mesón, miró de derecha a izquierda, nada. 
    Ella escuchando el avión cada vez más cerca se levantó muy rápido para salir debajo del árbol y del mesón pero no miro bien o se le enredaron los pies y cayó. Auuuch!. Limpiándose las rodillas doloridas y alzando la mirada al cielo después de unos cuantos pasos pudo verlo. Primero un punto mínimo en el cielo , que se hacía más grande en la medida que el sonido de su motor de hacía más ensordecedor. 
    Cuando parecía un ave de alas estáticas, dejo caer de pronto, ¿una gota? ¿Un caja? Algo que silbaba como el viento entrando por una ventana. -¡miren! Grito, señalando al avión- a lo que los las cercanos solo contestaron mirando al cielo y extrañados le preguntaron: ¿Que?, mientras miraban curiosos el cielo -No podemos ver nada- dijeron. - dinos ¿que ves!?- Mientras la gota o caja caía rauda... ¡Miren! un avión, ¡cuidado! -Gritando ya- A lo que más niños y unas maestras respondieron con miradas oteando el cielo y luego mirándola a ella frunciendo el ceño. 
    De pronto recordó lo sucedido hace dos años, recordó al militar en la televisión, recordó el tanque en las escaleras, a su mama diciéndole que se agachara y por último y peor, el vuelo rasante de los aviones que hacían vibrar el techo de su casa. Se recordó hecha un ovillo, oculta entre los muebles de la sala, diciendo... No, no, no! Mientras se mecía adelante y atrás. 
    Recordó los disparos y las bombas a lo lejos. Y recordando eso su corazón se paralizó un instante para comenzar a latir de nuevo como una enorme campana reverberando en su estómago, el pecho, y cerebro. ...Tutum, tutum, tutum.... 
    Cuando de pronto, cien o ciento treinta metros más allá, cerca de la entrada principal. La caja o gota que había dejado caer el avión, tocó el suelo, y pensó… Pero antes de que su mente pudiera formar la palabra… ¡Vio Luz! De pronto otro sol mucho más cercano, más brillante y rojo surgió, desde el sitio donde un instante antes la caja-gota de metal cayó. 
  Fue como una espantosa flor de fuego abriendo sus pétalos alrededor consumiendo el aire y prodigando fuego, luz, calor. Mientras el sonido más fuerte que había escuchado lleno todo el aire y un viento muy fuerte hizo volar a los niños cercanos y a ella la tumbo. Las maestras gritaban, esa palabra que no pudo decir ella, a voz en cuello: ¡Bomba! ¡Bomba! Era eso lo que vio, lo que advirtió.       Desde el suelo pudo ver a los niños que no habían caído, corriendo lanzando gritos, Llorando, llamando a sus maestras, a sus mamás, a sus abuelas. Los que estuvieron más cerca de la explosión, tirados en el suelo algunos en formas extrañas, solo alzaban sus manitas llenas de sangre y hollín, más no tenían voz para gritar auxilio, ella los vio, intento levantarse y mareada corrió hacia uno de ellos y cuando fue a levantarlo solo escucho el crujido de una mano rota y asustada la soltó. 
 La niña miraba de un sitio a otro con su pecho casi a punto de hacer explosión y las lagrimas raudas surcando su cara manchada, Veía a las maestras corriendo de un sitio a otro mientras levantaban a los niños que podían caminar con ayuda. 
   A la distancia podía escuchar el crepitar de las llamas, una lengua de fuego que amenazaba con devorarlos a todos. Caminando cual zombie pudo acercarse a pesar del calor, el fuego o el humo alrededor, nadie la detuvo, todos corrían alejándose. Así pudo ponerse a escasos metros del cráter, del enorme hueco informe que la bomba dejo, se había comido el suelo, como un mordisco de alguna bestia de historia de terror.
    Lo que vio la dejo paralizada, sin poder siquiera mover el cuello y apartar el rostro o mover los párpados para cerrarlos y no ver el apocalipsis a su alrededor. Vio un hoyo oscuro, profundo, como el miedo, la angustia, y el dolor. Se le asemejo al inicio de una cueva, Sintió los bordes suaves, del cráter, bordes de tierra húmeda y tibia o como un suelo de goma o asfalto medio derretido. Y sin ya poder contenerse o por respirar tanto humo, cayó. Cayó lanzando un grito que... La despertó.

Alexander Uslar


En realidad no fue un sueño, Fue una aluscionacion. Esto es una historia real, con algunas licencias literarias.

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